SANTOS COMUNES Y CORRIENTES
Si hiciéramos una encuesta en la calle preguntando a la gente: ”Que me puede decir usted ante la palabra santo”, el común de las personas diría más o menos cosas así : “ El que hace milagros. El que luce una aureola en la cabeza. Personaje que murió siendo muy buena persona con logros sobresalientes en vida pero que después de muerto hace milagros”. Puede que usted agregue otras respuestas pero en general el común de la gente asocia el título de santo con un personaje muerto que hace milagros, o el cual actúa como intermediario en la gestión de un milagro, los hay hasta con especialidad tales como el santo patrono de un pueblo, de una nación o de una profesión, también los hay especialistas en tipo de milagros como aquellos que encuentran objetos perdidos, otros consiguen novias o novios, incluso hay uno para “las causas perdidas”. Pero…… ¿corresponde alguna de estas acepciones a la verdadera definición de santo?… ¡definitivamente no!
La palabra santo se deriva del griego hagios la cual significa que no se relaciona tanto con el carácter de una persona sino por su posición de “separado por Dios”, si nos avocamos a esta definición; santo es cada creyente por muy inmaduro que sea. 1 Corintios dice “los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser santos”. En buenas cuentas si tomamos en cuenta Tito 2:14 y 1 Corintios 6: 19-20 podemos afirmar que Santo es alguien a quien Cristo compró con su sangre derramada en la cruz y lo ha separado para sí mismo, para que sea de su propiedad.
El autor del libro hace una analogía entre la Escuela de Aviación de los Estados Unidos de Norteamérica al encontrar un paralelo entre los llamados a integrar esa academia, las características de un cadete, la visión que tiene el mundo sobre ellos y por sobre todo la posición que tiene cada integrante antes de graduarse. Los primeros años son duros pero una vez superados la disciplina será menos difícil de vivir. La gente en la calle llama a los cadetes “aviadores” por su uniforme, su corte de cabello, su forma de comportarse, pero la verdad es que le falta mucho para llegar a la meta de ser oficial, están en un proceso de instrucción y formación para llegar a ser oficiales de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.
En forma análoga la santidad no es por tanto un estatus que se logra por lucir como buena persona, es una posición o estado, es una nueva condición de vida hecha posible por el Espíritu Santo de Dios, Pablo lo describe como un cambio “ desde las tinieblas a la luz y del podre de Satanás al de Dios ( Hechos 26:18).
Santo no es aquel que no peca jamás, sabemos bien que tal vez pecaremos hasta en el último momento de nuestra vida pero teniendo en cuenta que cada pecado debe producir arrepentimiento genuino que Dios en su amor y misericordia perdona. Un Santo no se solaza en el pecado más bien reconoce la existencia de una lucha entre la carne y el Espíritu que habita en cada uno de los creyentes.
El resultado de ese cambio que nos trae al camino de la santidad no es instantáneo ni completo, es más bien progresivo, se da a través del tiempo, pero nunca termina en esta vida. 2 Timoteo 4:7-8: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día, y no sólo á mí, sino también á todos los que aman su venida”.
La Biblia tiene una palabra que describe la “conducta indigna de un Santo “, esa palabra es “pecado”, palabra que cubre una amplia gama de comportamiento indigno, desde el chisme hasta el adulterio, desde la impaciencia hasta el homicidio. Obviamente solemos afirmar que no todos tiene el mismo grado de gravedad pero en el análisis final cualquier clase de pecado es una trasgresión, una conducta impropia de un santo.
Uno de nuestros problemas más comunes es que no estamos consientes de que somos santos y mucho menos de nuestra responsabilidad que conlleva esa nueva esa posición que exige que vivamos como santos. Es común el creer lo que los católicos dicen creer; que entre los pecados hay diferencias entre los “light” o veniales y los “heavy” o mortales, y que los pecados graves son aquellos que se cometen fuera de la comunidad de creyentes, así seriamos capaces de distinguir la inmoralidad y la falta de ética de la sociedad en general pero no consideramos pecado los contenidos en la lista de los llamados “pecados aceptables o comprensivos” , este es un hecho real que, tal como lo hace la sociedad en general, vivimos negando nuestra propia iniquidad.
Gálatas 5:17 nos señala “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.
1Pedro 5:8 nos advierte “sed sobrios, y velad, porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente anda alrededor buscando a quien devorar”.
Tenemos claro que nuestra lucha es entres nuestra carne (concupiscencias) y el Espíritu que habita en nosotros y Pedro nos advierte del peligro que representa nuestro enemigo al buscar devorar a quien pille desprevenido.
Nuestras vidas son una constante lucha espiritual y como lucha no solo tenemos que saber reconocer al enemigo y sus acechanzas. Si trasladásemos esta lucha a una pelea de box o a cualquier competencia donde debe haber un ganador y un perdedor, concluiremos en que no solo buscaremos saber cuáles son las fortalezas del adversario sino también estar bien consientes de nuestras propias debilidades para poder tomar las medidas preventivas que nos protejan y aseguren el triunfo.
En este estudio hablaremos del pecado y de la forma en que negamos su existencia en nuestras vidas, es preciso y oportuno hacerlo muy en especial si vivimos la moda del eufemismo a todo nivel ya que la gente no comete adulterio sino “tiene un aventura”, un ejecutivo de una compañía no roba sino que comete “fraude”, un empleado público tampoco roba sino que “malversa”, y así vamos contando infinidad de pecados que han sido verbalmente modificados con la clara intención, quien se diga cristiano debe tener muy claro que una cosa es la ley de hombre y otra la de Dios, así que el pecado no se legitima porque se pase a legalizar el acto de aborto o la situación de homosexualidad, es mas; debemos tener muy presente que no solo debemos sentir repulsión por los pecados públicos y escandalosos, también debemos considerar los que nosotros mismos minimizamos como “ pecadillos” , tales como el chisme, orgullo, envidia, amargura y lujuria, sin olvidar lo que no solo es preciso cometer sino también lo que hemos dejado de hacer como por ejemplo el cultivar esas cualidades espirituales que Pablo llamó frutos del Espíritu (Gálatas 5:22-23).
La verdad es que todo pecado es grave porque viola la ley de Dios (Mateo 5:21-22). Pecado es pecado, aun aquellos que son “aceptables socialmente” , todos son graves ante los ojos de Dios incluyendo nuestro orgullo religioso, la crítica, el vocabulario agresivo contra los demás, la impaciencia, el enojo y la ansiedad ( Filipenses 4:6).
Tenemos otra razón más para dar gracias a Dios Padre por su infinita paciencia, misericordia y amor que permite que pese a nuestra maldad siga llamándonos al arrepentimiento y transformación, guiándonos con su Espíritu para que veamos los pecados que toleramos en nuestras vidas, para arrepentirnos de ellos y recibir así la transformación que tanto necesitamos. Esta transformación se asemeja a la refinación que descrita por el profeta Zacarías (13:8-9).
El pecado es maligno, tan maligno como un cáncer; aquí tenemos un buen ejemplo que grafica la situación ya que muchas veces un lunarcito pequeño, una verruguita que parece inofensiva puede devenir en un cáncer maligno que por no tomarlo en cuenta se torna metástasis la cual conduce a una muerte inminente.
El pecado es un cáncer moral y espiritual y como cáncer que es a veces crece sin ser detectado hasta que alcanza una etapa crítica donde se vuelve fatal. El pecado “aceptable socialmente” es sutil en el sentido de que nos engaña haciéndonos pensar que “no es tan malo” o sencillamente que no constituye pecado, o lo peor; ni siquiera nos detenemos a pensar en él.
Pensemos en los pecados que usualmente consentimos como : impiedad, ansiedad o frustración, falta de contentamiento, ingratitud, orgullo, egoísmo, falta de dominio propio, impaciencia e irritabilidad, ira, juicio a los demás, envidia, lengua floja y mundanalidad.
Toda esa lista anterior representa transgresión a la Ley de Dios. En griego la palabra “transgresión” y en especial en Levítico 16:21 significa “rebelión contra la autoridad”, en este caso contra la autoridad de Dios. Cuando albergo resentimiento contra alguien en vez de perdonar de corazón; estoy en franca rebelión contra El.